La fe de la vida diaria




Aunque no queramos, vivimos continuamente haciendo actos de fe.


La vida ordinaria del hombre se basa en la fe, de lo contrario no funcionaría nada. Nadie puede saber todo absolutamente y dominar con su propio conocimiento todo aquello en lo que se basa nuestra vida y menos en nuestra civilización técnica. 

Si las personas para cualquier acto tuvieran que conocer fundadamente todo el conocimiento, tendrían que empezar de nuevo en cada acto.  Pretender comenzar desde el principio sin hacer un acto de fe haría la vida inviable. En muchísimas cosas, la mayoría, debemos aceptar con confianza lo que otros nos dicen. Nos fiamos de una red de conocimientos, por ejemplo de la ciencia. Creemos que todo es justo y adecuado. Y con esa fe, participamos del resultado del saber de otros. Dicha confianza está suficientemente confirmada por la experiencia común y es la base de la vida diaria. Pero no dejan de ser actos de fe. 

Si nuestra madre dice que va a la compra nosotros lo creemos, tenemos fe en que ella va a la compra. No hay porqué confirmarlo porque viene de una persona que nos merece credibilidad. Si el médico nos receta un medicamento, creemos que es bueno para nosotros; tenemos fe en el conocimiento y saber del médico. Respecto del medicamento que te tomas, tienes fe en qué contiene lo que dice. Aceptamos sin comprobar (fe) lo que nos llega de una fuente “fidedigna”. Cuando enciendes la luz del cuarto, tú no necesitas saber el fundamento por el que la luz llega hasta tu lámpara, aceptas el conocimiento de otros que hace posible tengas luz al darle al interruptor. Cada vez que enciendes el interruptor estás haciendo un acto de fe en que tendrás luz puesto que no conoces el fundamento último que lo hace posible. Cuando subes a un avión, haces un acto de fe en que el conocimiento de otros hace posible que la aeronave vuele. Es decir, aceptamos de modo habitual el conocimiento de otros. 

La fe de la vida diaria pone de manifiesto que tenemos una “ignorancia” y muchas cosas nos las creemos. Y también pone de manifiesto que sería mucho mejor “conocer”, pero como conocer todo lo que los demás saben no es posible, hemos de aceptar lo que otros conocen para que la sociedad pueda subsistir. 

Alguien que sabe y cuyo conocimiento es digno de mi fe, esta en la base de la creencia de muchos. Hay un uso cotidiano del conocimiento de otros que nosotros creemos. La solidez de este conocimiento se verifica con la experiencia de cada día. Por lo tanto, sin pasar al plano espiritual o religioso, la realidad es que vivimos constantemente haciendo actos de fe


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