¿Sabías que nuestro cuerpo también ora y expresa lo que creemos?
Nuestro cuerpo dice muchas cosas, no sólo nuestra voz. También cuando oramos.
Igual que los cristianos primitivos debemos orar con el cuerpo y el espíritu. Porque gracias al cuerpo la oración se inserta en el cosmos y en su historia. La liturgia recoge alguno gestos de interés, por ejemplo, el rezo hacia Oriente.
Los israelitas rezaban mirando a Jerusalén. Con ese gesto, insertan su oración en la historia de salvación de Dios con Israel (que quiere ser glorificado en el templo) y en la ley que Yahve mismo le dio.
Los primeros cristianos por el contrario dirigían su oración hacia Oriente (en lugar de hacia Tierra Santa) hacia el sol que sale, símbolo de Cristo resucitado de la noche de la muerte. Y símbolo de Cristo en gloria y majestad, cuando salga de su ocultamiento y vuelva como Señor del mundo.
El gesto de rezar hacia el Oriente significa la fe en la resurrección y en la esperanza escatológica de la vuelta gloriosa de Nuestro Señor. Este gesto se subrayaba haciendo una cruz en la pared oriental de los lugares de reunión de los cristianos hacia la que dirige su mirada.
La cruz es el símbolo de la misericordia y del juicio. Por la cruz, el Señor venció la noche de la muerte y nos salvó. Símbolo de la misericordia divina. Pero en el cielo no nos meten a empujones. Durante el tiempo que se nos concede (esta vida) hay que elegir; optar por Él o rechazarle; seguirle o no seguirle. Él vuelve a la comunidad creyente que ora vuelta hacia Oriente, hacia Cristo, el verdadero templo. Símbolo del juicio.
La cruz de los ábsides de las iglesias se debe a la costumbre litúrgica de orar hacia el Oriente. Y por el mismo motivo, la orientación arquitectónica de las iglesias se hace con la cabecera hacia el Este de modo que la luz de la mañana ilumine el altar mayor en cualquier parte del mundo. Lugar donde se hace verdadera, real y sustancialmente presente el Señor en las especies consagradas.
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